¿Fin del humanismo?
La nueva universidad

Por Rodrigo Karmy Bolton 
(Universidad de Chile) 

¿Hacia la universidad algorítmica?1 

1.- Mutación

Nos hallamos en uno de los tantos momentos decisivos. No sólo por su carácter global, sino también por la profundidad de las mutaciones que experimentamos diariamente. Sin embargo, ninguna de ellas remite exclusivamente al coronavirus, sino a las tendencias inmanentes que operaban ya en el veloz devenir de nuestras sociedades de control. Como ha sido varias veces advertido, la penetración neoliberal en la Universidad moderna ha introducido transformaciones muy decisivas que pasan por una modificación sustantiva de sus modos de producción de conocimiento y la institucionalización de un léxico económico-gestional que impregna a los procesos académicos en su totalidad.  

Los académicos proyectados bajo la figura antropológica del emprendedor terminan como productores de curiosos “papers” en su mayoría irrelevantes; los estudiantes no toman más “cursos” sino “créditos” y asumen la posición de “clientes” a quienes se les ofrece un “servicio”; la Universidad estructurada bajo el término “calidad” renunciando a la universalidad de su proyecto y convirtiéndose en una maquinaria de capital financiero en el que se producen “saberes” dispensables requeridos para la exigencia del capital. La “nueva normalidad” –término acuñado por Piñera en uno de sus discursos en plena emergencia de la pandemia- se cristaliza en la Nueva Universidad con su modo de producción “neoliberal” del conocimiento que determina su propio discurso: la Universidad ha devenido neoliberalismo y el neoliberalismo se ha mostrado como un dispositivo propiamente universitario.  

No hay más “afuera” de la Universidad, ella consuma el proyecto global, diseminando así, las murallas que en la noción estatal-nacional de Universidad aún establecían una diferencia entre el interior y el exterior. La publicación de la “Crisis no moderna de la Universidad moderna” de Willy Thayer implicó un acontecimiento decisivo que permitió inteligir la mutación experimentada no sólo por el aparato universitario sino la “universitarización” misma implicada en la deriva de las actuales sociedades de control.2

El presente texto debe considerarse una pequeña nota al margen al texto de Thayer en la medida que introduce cómo el proceso de “universitarización” y el consecuente fin de la Universidad estatal-nacional se ha visto “acelerado” por la irrupción de la pandemia que ha ensayado modalidades de tele-mercado universitario en que la Universidad neoliberal –entendido como el dispositivo universitario consumado- devenga una Universidad propiamente algorítmica, esto es, que ella termine por fin coincidiendo con un conjunto de plataformas virtuales y sus académicos y estudiantes devengan, por fin, simples “archivos” digitales”.3 El triunfo de esta posibilidad, implicaría acentuar los procesos de acumulación catalizados por el tercer ciclo neoliberal y abandonar toda posibilidad de imaginar una democratización de los saberes –un comunismo de las inteligencias- capaz de desafiar al modo de producción de la Universidad neoliberal.  

2.- Desmundanización

La pandemia deviene justamente uno de esos momentos en los que los saltos cualitativos del régimen de acumulación se expresan en la institucionalización del “distanciamiento social” justificado por el establecimiento de cuarentenas globales, pero que agregarán a las formas neoliberales ya devenidas el uso de tecnologías de tele-trabajo por doquier (zoom, hangoutsjitsietc). Y lo harán porque será mucho más barato, tendrá menos costo y habrá mayores resultados: algunos lo aceptarán como parte de un recurso que “facilitará” la enseñanza, pero mientras el humanismo bien pensante se “pavonea” con la ilusión de ser dueño del dispositivo, este último no hará más que condicionar nuestros modos de ser de manera cada vez más decisiva gracias a la eficacia digital de sus algoritmos. Podríamos decir que, finalmente, el tercer ciclo neoliberal al que asistimos transfigura a la Universidad de “calidad” –o de “excelencia”, tal como había sido problematizada por Bill Readings– hacia la Universidad “algorítmica”. 

La Universidad algorítmica sigue siendo “neoliberal” en su estructura. De hecho, es en virtud de la propia conformación neoliberal de la Universidad que ella puede devenir en modo algorítmico. La desmaterialización propiciada por el capital financiero que domina a cualquier forma del capital encuentra en la razón neoliberal impuesta hacia el final del siglo XX su verdadera conciencia política y en los algoritmos su nuevo nicho de especulación y control. Los casos de Edward Snowden y Jullian Assange –así como los de Cambridge Analytica– expresan la importancia que tiene el dispositivo algorítmico en la actualidad.  

Si bien, la irrupción neoliberal y su algoritmización constituye un movimiento situado al interior del llamado “capitalismo cognitivo”, el fenómeno en cuestión implica situar al “conocimiento”, efecto de la tercerización de la economía producida en las últimas décadas, como una de las principales fuerzas de trabajo.  

Sin embargo, ella no constituye la única fuerza de trabajo (puesto que a ella se yuxtaponen las diversas fuerzas de trabajo de las respectivas fases históricas del capitalismo), pero asume un lugar decisivo en el nuevo escenario de la producción global, cuya instauración fue posibilitada a partir de la noción neoliberal de “capital humano” entendida aquí, como la última forma antropológica del humanismo occidental.  

A partir de aquí, podremos plantear, quizás, una de las tesis más complejas de asumir para la academia contemporánea: que las ciencias gerenciales han venido a sustituir a las humanidades clásicas gracias al pivote antropológico del “capital humano”. Las viejas humanidades que imaginaron un mundo dan paso –pero a la vez son devoradas por- a las nuevas humanidades que ilusionan un globo. Que la filosofía, la literatura, la historia se proyecten hacia el coaching (cuando se habla de “relatores” y no más de “profesores”) muestra exactamente la profundidad de la mutación aquí sobrevenida: las “humanidades” clásicas no sólo han devenido parte de las “ciencias gerenciales” sino que además han asumido su ontología: como diría Giorgio Agamben las humanidades clásicas, que aún obedecían al paradigma científico y filosófico de la “ontología del ser” pasan a ser devoradas por el paradigma gerencial y empresarial que deviene desde la “ontología del deber ser”4. No se trata de una simple sustitución, sino más bien, de una incorporación que tiene como consecuencia la mutación a gran escala de las propias humanidades y de la importación de sus términos hacia las ciencias gerenciales. Por esa razón, el discurso gerencial puede orientar sus esfuerzos en cultivar las llamadas “habilidades blandas”, confirmando así, que su complejo ejercicio de poder opera a nivel capilar.   

Para problematizar, diremos que mundo y globo son dos lugares enteramente diferentes: si el mundo designa un lugar habitado siempre por otros (otros humanos y no-humanos), opaco y rugoso, el globo será el lugar de nadie, transparente y enteramente liso. La des-mundanización del mundo deviene su confiscación en globo, en que los “otros” aparecen siempre bajo el registro de la equivalencia general, la opacidad que las multiplicidades abrazan se mitiga en una transparencia burocrática infinita que hace de este lugar un sitio pretendidamente liso.  

En esta perspectiva, no estamos en presencia de una “des-humanización” alcanzada por el triunfo incondicionado de la razón neoliberal (como frecuentemente se argumenta), sino de una completa “des-mundanización” en cuyo proceso vida e imágenes, cuerpos y potencia quedan completamente separados y privados de su mutua sensibilidad: la deriva algorítmica profundiza dicha separación para consumar al “distanciamiento social” no como técnica de prevención de contagio, sino como dispositivo de gobierno. 

Se abre así, la posibilidad fabulosa de ahorrar personal e infraestructura universitaria para mantener a la “casa” no como el otrora espacio privado de la sociedad, sino como el lugar en el que se contrae el globo y se vuelve a su imagen y semejanza. En cuarentena la casa arriesga a convertirse en la globalización y, a su vez, la globalización a desenvolverse enteramente en la casa.  

El peligro no es que solo Italia, sino la institución universitaria se vuelva el “laboratorio” de la nueva sociedad sin pólis en que la “casa” condensa sin fisuras lo que habitualmente llamamos “globo” en el sentido que, producto de la pandemia, no existe un “afuera” respecto de ella. Así, la deriva algorítmica de la Universidad podrá terminar por desenvolverse desde la casa mientras sus profesores y estudiantes consideren que ello resulta “más cómodo” cuando la pandemia pase, pero la completa mutación en la producción del conocimiento termine por consolidarse.   

Abril 2020 

 

 

1 El presente texto es un breve fragmento del texto que lleva el mismo título y que será publicado en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano como efecto de un conjunto de discusiones sostenidas durante el mes de Enero en torno a las transformaciones que, desde hace demasiado tiempo, vienen experimentando las universidades. Debo a Cecilia Sánchez la invitación a debatir en dicho espacio y a publicar dicho ensayo.  

2 Willy Thayer La crisis no moderna de la universidad moderna. Ed. Cuarto Propio, Santiago de Chile, 1996.  

3 Alejandra Castillo La gestión de la muerte en tiempos del coronavirus. En: https://antigonafeminista.wordpress.com/la-gestion-de-la-muerte-en-tiempos-del-coronavirus/?fbclid=IwAR0QgT-9Jj-fYHCNR4UL99i-NoDTP6J68bijcgrNkDNrMKJm_UXQcCiZm80 

4 Giorgio Agamben Opus Dei. Archeologia dell´Uficcio. Neri Pozza, Vicenza, 2009.  

 

 

Imagen de portada: Imagen de Markus Spiske en Pixabay

 

 

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