Feminismo italiano y el paro de mujeres
Lo que está en juego para el feminismo italiano

Por Anna Maria Crispino, Directora Revista Leggendaria

Traducción: Serena Ferraiolo, colaboración Mariano Aragonés

 

Recordaremos probablemente el 8 de marzo de 2017 como un punto de quiebre en el feminismo italiano, este “movimiento de los movimientos” que, entre altibajos, tiene una historia de continuidad desde finales de los años sesenta.

No sólo porque con la adhesiόn al Paro Internacional de Mujeres, que ha significado comprometer a través de una paciente labor de tejido una decena de sindicatos de base, han salido a la calle decenas de miles de mujeres (y de hombres) de cualquier edad y color, posición social y orientación sexual, trabajadoras o no. Sino porque la movilización ha permitido que se produjera una plataforma política unitaria y también que se desencadenen aspectos creativos. De este modo “8 (de) marzo” ha llegado a ser “LOTTO MARZO”,[1] articulando centenares de iniciativas distintas: desde los desfiles en la calle, a los recitales de poesía, de las asambleas en los puestos de trabajo -escuelas, universidades, hospitales, y hasta en el correo- a los debates en los consultorios familiares y en los Centros Antiviolencia, hasta las proyecciones de películas y lecturas públicas hechas por escritoras muy amadas. Y otras tantas iniciativas para las niñas.

Se han entrelazado distintos temas: “SE LA MIA VITA NON VALE IO NON PRODUCO” (SI MI VIDA NO VALE YO NO PRODUZCO) son las palabras de una de las pancartas que ha abierto el desfile que se ha desplegado por las calles de Roma. Un eslogan que demuestra cómo el rechazo a la violencia, y la dignidad, el empleo y la reproduciόn se encuentran en el mismo horizonte de sentido y de lucha, el mismo que pide libertad. Hay asuntos que unen –contra la violencia, la precariedad del empleo, en favor de la autodeterminaciόn y de la educaciόn no sexista, contra la trata y la explotación– pero hay también asuntos que separan –maternidad subrogada y prostituciόn, separatismo y paternidad homosexual.

Una jornada que es al mismo tiempo “ausencia” y sustracciόn, que se ha realizado a través de la suspensión del trabajo productivo y reproductivo, de los consumos y de los cuidados; pero al mismo tiempo de gran “presencia” de cuerpos en carne y huesos, traducida en una inédita visibilidad por parte de aquellos medios masivos de comunicaciόn mainstream que habían silenciado el paro nacional anterior contra la violencia de los hombres hacia las mujeres y el feminicidio (26 de noviembre 2016, 200.000 solo en Roma). Diarios, radios y la televisión no han podido ignorar la oleada de cuerpos vestidos de negro y de fucsia, y de palabras pronunciadas a los gritos, silabeadas, cantadas, que han movilizado e involucrado al país, no sin crear alguna molestia y muchas criticas: pararon por 24 horas trenes, autobuses, subtes; fueron muchas las aulas vacías, desde las escuelas primarias hasta colegios y universidades, negocios y supermercados desiertos. Luego la participaciόn masiva a la tweetter storm global durante las 24 horas con un hashtag internacional y uno exclusivamente italiano lanzado por NonUnaDiMeno, para las que no han podido moverse de su casa. Los telediarios relataron sobre plazas repletas de por lo menos tres generaciones de mujeres, la presencia visible de muchos hombres jóvenes y menos jóvenes; y también sobre las banderas a media asta en señal de luto por las victimas de la violencia del hombre en los edificios de la Cámara de Diputados y del Senado de la República, y han mostrado al Presidente afirmando “el feminicidio es una trágica e inquietante emergencia social”, y señalando que los hombres “tendría que decir, nosotros, los hombres, debemos cuestionarnos”: ¿Retόrica barata? Quiza no; más bien signos de íntimos cambios de sensibilidad, de sentido común, de horizonte simbόlico llevado por el feminismo. También el uso del lenguaje: la palabra “feminicidio” ha sido y sigue siendo todavía muy controvertida, y no es un detalle banal el hecho que lo haya utilizado la maxima autoridad del país.

Durante todo el 8 de marzo 2017 se ha escuchado la palabra PARO en todas partes, con este sabor novecentesco tan preciado a la tradición de izquierda, pero que ahora los poderosos sindicatos “histόricos” utilizan con mucho cuidado. No es casualidad que el mayor sindicato italiano (CGIL Confederazione Generale Italiana del Lavoro – Confederaciόn General italiana del Trabajo) –que por otra parte está liderado por una mujer– haya rechazado convocar al paro a sus afiliados, mujeres y hombres. Sostuvieron que las razones eran demasiado vagas y sobretodo más “políticas” que reinvindicativas, sustrayendo de esta forma un enorme potencial de lucha unitaria. Muchos comentadores el día después han criticado el paro por las molestias ocasionadas a la ciudadania, sobretodo en las ciudades más grandes; y en particular a aquellas mujeres que, no habiendo podido ausentarse de sus trabajos, vieron aumentadas sus dificultades: un búmeran, al fin de cuentas. Sin embargo se viό cómo la palabra, declinada en prácticas políticas feministas, ha sido re-significada de manera poderosa en lo que Judith Butler define “cuerpos aliados”: “[…] Cuando los cuerpos se reúnen en las calles, plazas o en otras formas de espacio público (espacios virtuales incluidos), ellos mismos ejercen un derecho plural y performativo de apariciόn, un derecho de afirmaciόn y de alojamiento del cuerpo en el centro del campo político, y, en su funciόn de expresividad y de significaciόn, ponen la instancia corporal en un conjunto de condiciones econόmicas, sociales y políticas más visibles, sustraídas a las formas inducidas de precariedad” (2017: 22).[2]

La historia de Italia de posguerra recuerda muchos paros con participaciόn masiva de mujeres: por ejemplo el paro de los campesinos en Val Padana del 17 de mayo 1949, en el que una ráfaga de disparos hiriό a la socialista Adele Toschi y matό a Maria Margotti, trabajadora de los arrozales. Participaban en los paros las mujeres “trabajadoras”: obreras de las empresas textiles y de las fábricas de tabaco, mujeres que trabajaban en los arrozales y campesinas. Con el paso de los años, se sumaron aquellas categorías que de a poco se “feminizaron”, como la escuela, la salud y el empleo público. Siempre se trataba de una minoría de la fuerza de trabajo.

Pocos y pocas probablemente recuerden el escandaloso “paro de las amas de casa” convocado por UDI (Unione Donne Italiane – Uniόn de Mujeres Italianas) y su revista semanal Noi Donne (Nosotras las Mujeres), que fue el primero que cuestionό el trabajo doméstico no remunerado y llevό a la calle mujeres con delantales que sostenían de forma irόnica sus cucharas. Fue a principios de los sesenta, Italia estaba en pleno boom econόmico, el feminismo llegaría pocos años después, con las “ragazze del ‘68”, pero estas amas de casa salían del silencio justo cuando se admitían las primeras mujeres en el sistema judicial (1964). El país estaba en marcha, pero por supuesto todavía existían el “matrimonio de reparaciόn”,[3] el delito de honor, la prohibiciόn de los anticonceptivos y del aborto, y la imposibilidad del divorcio: el acuerdo tácito entre las que se definían “las dos grandes iglesias” –la Democracia Cristiana y el Partido Comunista Italiano (el partido comunista más grande de Occidente)– se celebraba dejando intacta una moral pro-familia hacia la cual las mujeres del UDI (organizaciόn nacida de los grupos feministas de la Resistencia italiana y del antifascismo, aunque colateral a los partidos de izquierda) manifestaban irritación.

La misma UDI, desde el 1943 –cuando todavía solo la mitad meridional de Italia había sido liberada del nazi-fascismo– había relanzado la fecha del 8 de marzo y elegido la mimosa como símbolo: una flor humilde que tenía la ventaja de florecer a finales de febrero y de ser muy econόmica porque se podía tomar de los arboles, tanto en la ciudad como en el campo. Pero el “paro de las amas de casa” fue una acciόn enteramente política, al margen de las celebraciones rituales. Amas de casa “explotadas”: pocos años despues una parte del feminismo italiano, con orígenes marxistas, elaboraría análisis mucho más complejos sobre la relaciόn entre producciόn y reproducciόn de la mano de obra. Pero la nueva oleada de feminismo emergió de las estudiantes, no de las amas de casa. Y aquel primer “paro” hecho con coraje cayό en el olvido mientras se luchaba por el divorcio, el aborto, el nuevo derecho de familia y contra la violencia.

El elemento que probablemente resulta ser más relevante es un real y visible pasaje de antorcha generacional: las “abuelas” -las influyentes feministas de los años setenta que en Italia se definen “histόricas”- resultan presentes y todavía muy luchadoras; pero la mayoría de las organizadoras del paro, que se reunen bajo la sigla elegida por las hermanas argentinas Non Una di meno (Ni una menos), son jόvenes o muy jόvenes: han sido 2000 en la asamblea nacional preparatoria que ha tenido lugar en Bologna el 4 y 5 de febrero. Se han reunido en mesas temáticas abarrotadas donde han debatido y acordado un plan político con ocho puntos que incluye también un “Programa feminista antiviolencia”, explicado muy en detalle, y el cual se presentará al Gobierno. Se trata de mujeres jόvenes que por efecto de la globalizaciόn llevan encima el peso de una precariedad que no es sόlo laboral sino existencial: asimilaron como por όsmosis de sus madres y abuelas el concepto fuerte de la autodeterminaciόn; pero en cambio están menos dispuestas a utilizar el separatismo que ha constituido el rumbo de las feministas italianas llamadas “de la diferencia” en las generaciones anteriores. Ya no separatistas -por lo menos en las actas públicas-, las mujeres jόvenes han aprendido a practicar casi de forma espontánea la “inclusiόn” que caracteriza el actual feminismo global, de América a África y hasta Asia: si el “sólo entre mujeres” ya no es tan excluyente, entonces hay lugar para la alianza con los hombres, con la comunidad LGBT, con las asociacionesde mujeres inmigrantes, que ya muy a menudo trabajan con las mujeres locales.

La apuesta es, como diría Gramsci, la de la hegemonia: hasta ahora, tanto en Italia como en otros lugares del mundo, esta oleada feminista ha sido generada, alimentada, organizada y dirigida por mujeres sobre la base de una agenda feminista centrada en el rechazo a la dominaciόn de los cuerpos, pero que al mismo tiempo es capaz de movilizar otros sujetos atravesados por similares mecanismos de dominaciόn –sobre todo de clase y de raza. Se trata de un proceso que las teόricas definen “interseccional”, que resulta muy evidente en las manifestaciones en plazas, calles u otros lugares. No hablamos de una renuncia al recurso del separatismo, sino de su superaciόn, que la inteligencia colectiva del feminismo ha puesto en práctica con el conocimiento sobre cuán profundamente se está modificando la realidad social y política de nuestro presente. Un conocimiento que parece que tienen muy pocos de los partidos y movimientos en una Italia y en una Europa exhaustas, asediadas por una década de crisis econόmica, asustados por millones de inmigrantes que tocan a sus puertas y el peligro, consecuente, de los peores populismos.

Recordar, celebrar, denunciar, reivindicar: esto ha sido y sigue siendo el 8 de marzo. Pero desde ahora es también algo distinto: lo que está en juego es mucho más grande y no solamente por este “sujeto imprevisto” que resultan ser las mujeres. Existe el riesgo de derivar en un antagonismo puro que se puede agotar rapidamente sin aquel paciente tejido de lugares y conocimientos que caracterizό a las feministas llamadas “histόricas”. Existe la posibilidad de que la ola rompa contra un muro de goma sin encontrar interlocutores institucionales. Y existe también el peligro de que, como en los Estados Unidos de Donald Trump, prevalezca un populismo obtuso que obligará al feminismo también a ponerse a la defensiva. Pero la partida está abierta, en todo sentido.

 

Traducción: Serena Ferraiolo, colaboración Mariano Aragonés

 

[1] En italiano  L`otto marzo (8 de Marzo) produce una similitud fonética con la primera persona singular del indicativo del verbo luchar: Lotto Marzo (Lucho marzo).

[2] “[…] quando i corpi si raggruppano nelle strade, nelle piazze o in altre forme di spazio pubblico (incluse quelle virtuali), essi esercitano un diritto plurale e performativo di apparizione, un diritto di affermazione e di insediamento del corpo al centro del campo politico, e, nella loro funzione di espressività e di significazione, pongono l’istanza corporea di un insieme di condizioni economiche, sociali e politiche più vivibili, sottratte alle forme indotte di precarietà”. Judith Butler, L’alleanza dei corpi. Note per una teoria performativa dell’azione collettiva, a cura di Federico Zappino, nottetempo 2017 [Cuerpos aliados y lucha política: Hacia una teoría performativa de la asamblea, Paidόs, 2017].

[3] El “matrimonio de reparaciόn” (matrimonio di riparazione en italiano) es una soluciόn que se utilizaba para arreglar una situaciόn incόmoda y deshonrosa para las familias involucradas.

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