Por Brígida Baeza y Agostina García
Cuidados y prácticas alimentarias en contextos de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio
El Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio afectó de manera diferencial las realidades sociales en múltiples dimensiones. Las investigadoras Brígida Baeza y Agostina García analizan, desde una clave interseccional en torno a los cuidados y las prácticas alimentarias, la experiencia de las mujeres migrantas en Chubut. A partir de sus voces, el artículo muestra cómo estas mujeres se reconstruyen como agentes activas a través de redes comunitarias y de solidaridad.
Chubut es una provincia caracterizada por un tipo de poblamiento de origen nacional y étnico heterogéneo, y con mayor concentración poblacional en las ciudades de la costa chubutense. Sin embargo, más allá del lugar de residencia, los grupos migrantes de zonas semi-rurales, pueblos y ciudades siguen experimentando el trastocamiento de sus vidas en pleno ASPO. Desde el comienzo de la pandemia fuimos participando en distintos relevamientos que dieron origen a informes, tales como el realizado acerca de Impacto de COVID-19 en los pueblos indígenas para ACNUDH (Naciones Unidas), el Segundo informe de Agenda Migrante 2020,i y escritos en los cuales transmitimos las principales preocupaciones en relación a los grupos migrantes en Chubut. En este caso particular nos interesa detenernos en la situación de las mujeres migrantas, en base a la información del relevamiento del segundo informe realizado en el marco de un proyecto del MINCyT.2
El énfasis estará puesto en rescatar las voces de las mujeres entrevistadas, en el modo en que se agudizan las dificultades que cotidianamente deben sobrellevar por sus diversas condiciones de mujeres migrantas, de clase trabajadora, muchas de ellas afrodescendientes de Colombia o República Dominicana, en otros casos de proveniencia rural de Paraguay o Bolivia, Perú y Brasil. En este sentido, resulta pertinente incorporar un análisis en clave interseccional en torno al sostenimiento de los cuidados y las prácticas alimentarias por parte de las mujeres migrantas latinoamericanas en nuestro país, entendiendo que las nociones de género, clase, pertenencia étnico-cultural, origen nacional se intersectan y operan recíprocamente, configurando relaciones de poder y (re)produciendo un entramado múltiple de desigualdades y relaciones de dominación.
Algunas particularidades del caso chubutense
A las problemáticas asociadas a la pandemia, el caso chubutense se ve agravado por la crisis económica que genera su dependencia a los ingresos generados por la renta petrolera, actualmente profundizada a partir de la paralización del transporte mundial. Chubut tuvo una expansión económica entre 2003-2013 vinculada a la consolidación del denominado «Consenso de los Commodities», basado en la exportación de bienes primarios en gran escala y al consumo. El proceso señalado generó un acento en el crecimiento poblacional, con el incremento de migrantes “del norte” (básicamente noroeste y noreste de Argentina), de migrantes limítrofes del mundo andino provenientes de Perú y Bolivia, además de una serie de grupos migratorios de Centroamérica principalmente de República Dominicana, entre otros. Además de la segmentación social que pudo verse con el crecimiento de Rada Tilly (ciudad residencial aledaña a Comodoro Rivadavia), con un crecimiento del 44% en el último censo poblacional de 2010, y el crecimiento de las ciudades intermedias como Puerto Madryn y Sarmiento.
Al igual que en el resto de Argentina, en la provincia de Chubut se profundizó la feminización de las migraciones. Algunas mujeres llegaron a través de redes migratorias con familias conformadas en el origen, tal como sucede con migrantas provenientes de Bolivia, o mujeres solas procedentes de Paraguay o Perú, o en algunos casos a través de la trata de mujeres, en el caso de dominicanas.3 Tal como hemos expresado, la concentración del crecimiento poblacional en la zona portuaria de Chubut nos remite a la expansión de las actividades pesqueras y de extracción petrolera, trabajos que ubican la centralidad de la figura masculina. En este contexto, las mujeres están atravesadas por una multiplicidad de modos de discriminación, que según las características en que se intersectan las dominaciones que recaen sobre ellas, se generan múltiples respuestas de agenciamiento ante las situaciones de violencia física y simbólica que deben enfrentar. Por mencionar algunos casos, las mujeres que provienen de las zonas de Cochabamba (Bolivia) encontraron en la expansión del comercio de ferias y de verdulerías un modo de despliegue de su experiencia previa en el rubro. Son también numerosas las experiencias de mujeres bolivianas que emprenden el estudio de la carrera de enfermería o medicina como camino de ascenso social,4 y en el caso de hijas/hijos una manera de ascenso intergeneracional.v Las mujeres provenientes de República Dominicana despliegan “un movimiento discursivo de repotenciación de la identidad grupal”6 en múltiples rubros como peluquerías, comercios y principalmente en trabajos de cuidado de ancianes. Para el caso de las mujeres migrantas colombianas, muchas se dedican a trabajos de cuidados terapéuticos. Otro tipo de trabajo de cuidados es el empleo doméstico, donde encontramos mujeres paraguayas, peruanas y aquellas que provienen de provincias del norte de Argentina. Actualmente, de acuerdo a datos estadísticos, casi la mitad de las mujeres migrantas sudamericanas en Argentina se desempeña en el empleo doméstico.7 Es importante mencionar que la concentración de mujeres migrantas en este espacio se nutre de un conjunto de valoraciones que las constituye en las “mejores capacitadas” para el desarrollo de la tarea, estableciendo lo “generizado” del mercado de trabajo y también lo “etnificado” y “racializado” a partir de procesos de jerarquización de la fuerza laboral en función del género, la clase, la adscripción étnico-racial y el origen nacional.8
En el contexto de ASPO las investigaciones realizadas a nivel nacional, hasta el momento coinciden en sostener el recrudecimiento de las condiciones de vida de las mujeres en general, y en particular de aquellas que desarrollan tareas de cuidado, mayormente migrantas. En este sentido, contamos con informes donde se indica que las trabajadoras de casas particulares vieron empeorar su situación laboral, tal como el elaborado por el CEIL.9 Además del incremento de la informalidad como producto de la crisis que genera la pandemia en este sector del mercado de trabajo.10
El caso chubutense: mujeres migrantas en el contexto de ASPO
Recuperamos dos categorías teóricas para el análisis de la información relevada sobre la situación de las mujeres migrantas en Chubut: prácticas alimentarias y cuidados. Las prácticas alimentarias se trabajaron desde una perspectiva de la antropología alimentaria, en tanto buscamos entenderlas como prácticas sociales, históricas y colectivas que (re)producen sentidos sociales y tramas culturales; involucran valores simbólicos, preferencias, gustos, asociaciones de alimentos, número de comidas, modos de seleccionar, preparar, servir y distribuir los alimentos, horarios, tiempos, espacios y compartires. Esto implica comprenderlas no sólo como un proceso biológico que nutre los cuerpos, sino como el marco normativo y de representaciones simbólicas que se tejen en torno al cocinar y al comer.11
La categoría cuidados vinculados a las prácticas alimentarias permitieron visibilizar en las entrevistas el fuerte rol genérico que estos involucran. La noción de cuidados la entendemos como un trabajo orientado a mantener el “mundo común” a partir del sostenimiento cotidiano de la vida humana.12 La construcción y reproducción de ese mundo común se hace a través de un trabajo que no tiene límite de tiempo y que se evidencia, especialmente, cuando desaparece o deja de hacerse, lo que da cuenta que las tareas de cuidado suelen estar desvalorizadas e invisibilizadas dentro de la esfera familiar. Los cuidados son un trabajo no remunerado, con escaso reconocimiento y valoración social que recae en los cuerpos femeninos. Esto se pudo reflejar en las entrevistas realizadas a mujeres migrantas que habitan en distintas geografías de la provincia de Chubut:
“En cuanto al trabajo de la casa, que no es remunerado pero es un trabajo y mucho, lo hago yo. Tanto la limpieza, la cocina y las compras. Gustavo (su pareja) de la casa nunca hizo nada. Es más, él toma el desayuno por ejemplo, y ni siquiera lleva la taza a la cocina para lavar (…) Yo veo que la mujer boliviana es muy trabajadora. Soy jubilada, tengo 66 y sigo trabajando en mi casa” (Elvira, 66 años. Migranta boliviana que reside en la ciudad de Esquel. 6 de julio de 2020).
“En casa somos mi nena y yo las que nos encargamos de los quehaceres de la casa, ella tiene 16 años, pero yo siempre me encargo de la comida, yo hago las compras”. (Lucía, 39 años, migranta peruana que habita en la ciudad de Comodoro Rivadavia. 6 de julio de 2020).
“Nosotros en casa somos tres adultos y un nene. Para los quehaceres de la casa estamos yo y mi mamá. Somos la que más estamos en casa”. (Migranta dominicana de 23 años que vive en Gobernador Costa. 6 de julio de 2020).
“Yo siempre hago la comida, tengo dos hijos” (Josefa, 51 años, migranta brasilera que reside en la ciudad de Comodoro Rivadavia. 6 de julio de 2020).
El sostenimiento de la vida implica una intensiva mano de obra femenina, un trabajo emocional, afectivo, físico e intelectual de cuidados al interior de los grupos domésticos, que es imprescindible para el bienestar humano.13 En este sentido, las entrevistas dan cuenta que la cotidianeidad alimentaria está estructurada mediante la incesante gestión femenina, siendo la mujer la principal cuidadora nutricional, entendiéndola como la persona que resuelve diariamente las tareas que configuran los cuidados en torno a la alimentación al interior del grupo doméstico. Además de estas tareas de cuidados vinculados a las prácticas alimentarias que sostienen las mujeres entrevistadas, la mayoría se desempeña en el ámbito laboral formal, por tanto, recae en sus cuerpos el trabajo reproductivo y productivo:
“A veces venía del trabajo cansada, especialmente cuando los chicos eran chicos, y por ahí le decía (a su pareja): ¡uh, tengo que lavar los platos!, como querer decirle a Gustavo que me ayudara. Pero no, a él ni se le ocurría”. (Elvira, 66 años. Migranta boliviana que reside en la ciudad de Esquel. 6 de julio de 2020).
El cuidado se establece como un componente central del bienestar social, especialmente los referidos a la alimentación, que se apoya en el trabajo cotidiano de las mujeres, en particular, de aquellas más vulneralizadas. El trabajo de cuidados se sustenta en discursos y prácticas en torno a supuestas cualidades innatas de las mujeres, que no son más que una construcción sociocultural, heredada y aceptada por las sociedades contemporáneas, transmitida por la cultura patriarcal y asumida por la categoría de naturalidad femenina concedida a estas prácticas.
Tal como venimos sosteniendo, las mujeres migrantas se ubican en trabajos ligados a los cuidados de adultes mayores y niñeces, y a la limpieza de casas particulares. En esta línea, la mayor parte de las mujeres consultadas en el relevamiento realizan esos trabajos para quienes las emplean, o bien, al interior de sus hogares. Al tratarse de empleos caracterizados por su precariedad, en muchos casos se vieron obligadas a pasar a residir en la casa de sus empleadores, o bien, al no poder desplazarse a sus lugares de trabajo perdieron uno de sus empleos, como nos compartió una referenta de la comunidad brasileña en Comodoro Rivadavia: “…tengo amigas que trabajan de empleadas domésticas y al no poder trabajar no les pagaban algunos patrones les reconocían la mitad del sueldo…” (Lucía, 39 años, Comodoro Rivadavia. 6 de julio de 2020). Encontramos numerosos relatos donde se agudizan los problemas por el contexto de situaciones laborales irregulares, tal como relató Iris, una mujer dominicana que accedió a un empleo en el PAMI por su capacitación en cuidado de ancianos –le permitió dejar su anterior trabajo en negro en un geriátrico–, pero reconoce que sus paisanes se encuentran en graves dificultades: “…viste que acá la mayoría que trabajan en construcción en seco, en pintura, no son monotributistas ni los tienen en blanco. En realidad, a la mayoría de los dominicanos, vos sabés que no los blanquean. Eso está claro. Los peluqueros sí son monotributistas pero porque ellos, entre ellos, hacen sus trámites pero para blanquear la peluquería. Pero si trabajan para otros, muy difícil que lo blanqueen. Por ejemplo, mi hijo no, no está en blanco. Esa es la verdad” (Entrevista a Iris, realizada en Comodoro Rivadavia, 7 de julio de 2020).
Las dificultades en proseguir con los trabajos habituales se vieron interrumpidos desde el inicio del ASPO, tal como es el caso de Adela: “…mi trabajo sigue igual pero trabajo menos horas… llego bien a fin de mes pero con la ayuda de mi hija y mi yerno, entre nosotros nos ayudamos, siempre estamos comiendo, comemos lo que se puede, pero ahora no hago todos mis trabajos, me llaman de EMEC (servicio de salud) pero no puedo ir porque hay que pagar monotributo y los dos pasajes de colectivo para llegar es mucho. Por pandemia no estoy yendo a otro lado. Lo que más hago son los trabajos de fin de semana y me preguntan si quiero ir y no porque me complico mucho…” (Entrevista a Adela, Comodoro Rivadavia, 6 de julio de 2020).
Para quienes se emplean en tareas de cuidados de ancianes, vieron empeorar su situación económica y sus condiciones de vida, como así también vivencian un incremento del miedo en torno al contagio, tal como sostuvo Elba: “Yo trabajo con un adulto mayor…el miedo de contagio, no poder seguir en el trabajo, el estado de incertidumbre por no poder ayudar a mi familia en el exterior por el problema para mandar dinero”. Sin embargo, en el caso de Elba –y de muchas de las entrevistadas– se sumaron a redes de ayuda barriales, donde se activa la colaboración con aquellas personas que por ser de riesgo no pueden salir a realizar sus compras.
Como fuimos observando en relevamientos anteriores, la mayor tensión radica en las dificultades de acceso a las ayudas sociales, en particular al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Adela manifestó: “Del IFE procuré y no sé me dijeron que me iban a avisar pero hasta ahora nada no me dicen nada. Y no tengo ayuda de nada. En obra social para retirar leña tienen mucho protocolo…”. La aclaración de Adela se encuentra vinculada a la vida en los asentamientos de las ciudades de Chubut, donde no existen servicios, por tanto la calefacción básicamente se desarrolla con leña.
En las historias de todas las entrevistadas encontramos similares dificultades para acceder a las ayudas sociales estatales. Entonces, se activan redes de solidaridad organizadas desde Iglesias, organizaciones barriales o políticas y vecinales. En el caso donde las ayudas se canalizan a través del trabajo voluntario, se trata de colaborar con quienes perdieron o están atravesando una etapa de disminución de sus ingresos, tal como relata Iris de asociación dominicanos Mano a Mano: “…sobre otras ayudas sociales tampoco. Nosotros hicimos… porque hay muchos peluqueros, que al principio estaban bien económicamente; ya ahora no. Por ejemplo, uno de mis hijos es peluquero y ha bajado un montón. Y los primeros meses de la cuarentena lo que hicimos fue recaudo en nosotros mismos; donábamos alimento que se repartía entre los dominicanos que estaban más necesitados, como los que trabajan en albañilería…” (Entrevista a Iris, realizada en Comodoro Rivadavia, 7 de julio de 2020).
Ante la incertidumbre, los temores, la necesidad de reestructurar el consumo, en algunos casos no poder satisfacer sus necesidades básicas, se acrecienta la nostalgia por el origen, y en esos casos la posibilidad de pensar en el retorno. En este sentido, la situación de aislamiento social preventivo y obligatorio pone de manifiesto las desigualdades de géneros en torno a los cuidados y la alimentación. Se visibiliza una sobrecarga de los cuerpos femeninos que asumen las anteriores actividades del hogar y los cuidados, y las que aparecen en este nuevo contexto: contención y sostén del grupo familiar, acompañamiento en tareas escolares virtualizadas de las niñeces, cuidado a adultes mayores, (re)estructuración del dinero y el consumo. De este modo, los cuerpos feminizados se encuentran sobreexigidos y sobreexpuestos a una multiplicidad de tareas y actividades que operan en simultáneo.
A modo de cierre
En el contexto de ASPO las mujeres se resignifican generando otras prácticas supletorias del sustento pre-pandemia, tal como la venta a domicilio, la fabricación de tapabocas para combatir el Covid 19, entre otros modos de enfrentar la imposibilidad de asistir a la venta en las ferias de las ciudades, ante la pérdida de trabajo o disminución de ingresos económicos en el hogar.
Incorporar un análisis en clave interseccional en torno a los cuidados y las prácticas alimentarias que sostienen las mujeres migrantas pone de manifiesto cómo las categorías de género, clase, pertenencia étnico-cultural, origen nacional se imbrican y configuran relaciones de poder, desigualdad y dominación. La apuesta interseccional viene a complejizar la concepción de género al concebirla una dimensión entre otras dentro del complejo tejido de las relaciones sociales y políticas. Por tanto, esta perspectiva teórico metodológica habilita a comprender a las migraciones internacionales no sólo como procesos sociales complejos atravesados por una multiplicidad de intersecciones que (re)producen distintos modos de desigualdad, sino también como una instancia donde las mujeres se reconstruyen como agentes activas a partir de redes comunitarias y de solidaridad.
Brígida Baeza es Prof. y Lic. en Historia (UNPSJB), Dra. en Antropología (UBA), Investigadora Adjunta en CONICET, Directora del Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Patagonia. Especializada en estudios migratorios limítrofes, en el campo de los estudios sobre fronteras, memorias e identidades.
Agostina García es Lic. en Nutrición (UNC), Mgter. en Salud materno infantil (UNC). Investiga prácticas alimentarias de mujeres migrantes en contextos restrictivos.
1 INFORME FINAL SOBRE LA SITUACIÓN DE LA POBLACIÓN MIGRANTE/EXTRANJERA EN ARGENTINA ANTE EL AVANCE DEL CORONAVIRUS, organizado desde espacio Agenda Migrante 2020, 7 de mayo de 2020. pp. 1-38. https://drive.google.com/file/d/1bsBrQBf3yZ-PcWIz_LOQ4UUw6NUZSlfj/view
2 En el marco del proyecto de relevamiento “Análisis prospectivo inteligente del impacto social, económico y productivo del Covid-19 en la Provincia de Chubut”, Coordinadora General: María Florencia del Castillo, Programa de Articulación y Fortalecimiento Federal de las capacidades en Ciencia y Tecnología Covid-19 del Mincyt, CCT – CONICET – CENPAT, inicio junio 2020, en curso. Agradecemos la colaboración en las entrevistas realizadas a Andrea Gago, Romina Fuentes, Carlos Barria Oyarzo y Julieta del Prato. Los nombres de las mujeres entrevistadas fueron modificados para resguardar su identidad.
3Pacceca, M. I., Liguori, G., y Carril, C. (2015). “La migración dominicana en Argentina. Trayectorias en el nuevo siglo (2000-2015)”. Buenos Aires: OIM-CAREF.
4Rosas, C., Borgeaud-Garciandía, N., Mallimaci A.I., y Magliano M.J. (2019). “Migraciones sur-sur y trabajos de cuidado. Aportes desde el contexto argentino” en ANTHROPOS, (151).
5 Mallimaci, A. I., y Magliano, M.J. (2018). “Mujeres migrantes sudamericanas y trayectorias laborales de cuidado en dos ciudades argentinas”. ODISEA. Revista de Estudios Migratorios, (5).
6Prato, J. del (2017). “Gestión interlocutiva de la imagen social de mujeres migrantes dominicanas en Comodoro Rivadavia”. Textos en Proceso 2(2), pp. 237-261. DOI: 10.17710/tep.2016.2.2.4delprato
7Maguid, A (2011). “Migrantes sudamericanos y mercado de trabajo. En La inmigración laboral de sudamericanos en Argentina”. Buenos Aires: OIT/Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad.
8Magliano M. J., Perssinotti, M.V., Zenklusen D. (2016) “Los nudos ciegos de la desigualdad. Diálogos entre Migraciones y cuidado”. Centro de Estudios Avanzados (UNC). Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CONICET y UNC).
9 Informe sobre Trabajadoras de casas particulares. CEIL, 2020. Disponible en: http://www.ceil-conicet.gov.ar/wp-content/uploads/2020/05/INFORME-PRELIMINAR-ENCUESTA-TCP-difusion1.pdf
10 Rosas, C. (2020) “Últimas-otras del cuidado. La (des)valorización de las trabajadoras del hogar remuneradas en tiempos de pandemia”. Revista Bordes. Junio. http://revistabordes.unpaz.edu.ar/ultimas-otras-del-cuidado/
11 Fischler, C. (1995). “El (h) omnívoro. El gusto, la cocina y el cuerpo”. Ed. Anagrama.
12 Molinier, P. (2015). “El trabajo de cuidado en el sector salud desde la psicodinámica del trabajo y la perspectiva del care. Salud Colectiva. V. 11. Núm. 3.
13Federici, S. (2013). “El feminismo y las políticas de lo común en una era de acumulación primitiva”. En Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, 243-206. Madrid: Traficantes de Sueños.
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